¡Qué pena que ante una fiesta tan importante en nuestra fe como es la alegría de los Santos, el paganismo actual nos convence que tenemos que celebrar hasta en los colegios la fiesta de Halloween!

Como decía Chesterton: “cuando el  hombre deja de creer en Dios, cree ya en cualquier cosa”. Y lo que pasa es que el negocio de los disfraces, del consumo y del turismo nos vuelve a disfrazar, a secuestrarnos el ser y el creer lo que somos.

Alguno me dirá que esto es inofensivo, pero mirad en los escaparates, venden esqueletos y tumbas, brujas y va

 mpiros… y la fe cristiana en estos días nos habla de la Santidad, de los millones de hombres y mujeres que a lo largo de la historia han seguido a Cristo, han hecho el bien en esta tierra, y gozan de la vida del Señor, una vida atrayente que está muy lejos de esta visión oscura y sin respuesta de la muerte.

Es decir que en vez de celebrar la fiesta en cristiano poniendo a los niños y a las familias el recuerdo y el modelo de los Santos, hemos de crearles un universo de brujas; que en vez de pronunciar nuestra esperanza en la vida futura, el comentar que nuestros abuelos y queridos que ya no están con nosotros, que se han marchado a gozar con el Señor, tenemos que borrarlo metiendo en las mentes un mundo de fantasmas y miedos.

Esto es para pensarlo, pero se nos cuela todo, hasta estas prácticas paganas y ocultistas que ejercen extrañas fascinaciones. Esto es consecuencia en definitiva de nuestra falta de reflexión y decisión.

Nos tendríamos que vestir de Santos, de gente que ha pasado por este mundo haciendo el bien como leemos en el Evangelio de la Misa de este día. Es un día de felicidad porque todos vivimos cerca de Dios que es fuente de paz y de alegría que quita todos los miedos con su gracia.

¡Feliz día de Todos los Santos!

José María Fernández-Corredor

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